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EDGAR ALBERTO NORABUENA FIGUEROA

REVISTA LITERARIA LETRA LIBRE

LA REVISTA LITERARIA LETRA LIBRE INICIÓ SUS LABORES DE DIFUSIÓN EN EL AÑO 2001, ES UNA VENTANA DE DIFUSIÓN PÓÉTICA DE LOS ESTUDIANTES DE LA ESPECIALIDAD LENGUA Y LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ANCASH "SANTIAGO ANTÚNEZ DE MAYOLO".

ESTÁ DIRIGIDA POR EDGAR ALBERTO NORABUENA FIGUEROA, JOULE CÁCERES ÁNGELES Y DIDÍ CADILLO ROSAS.

AQUÍ PUEDES DISFRUTAR LAS MUESTRAS DE NUESTROS NÚMEROS, SI DESEAS TENERLOS COMPLETOS PUEDES SOLICITARLO A NESTRO CORREO: LETRALIBRE609:

LETRA LIBRE 25:

EL CONTAR DEL CIELO DESLEÍDO DE ÍTALO MORALES

RITO

   Recibo este premio sólo para no desairarlos. En verdad detesto todo emblema que me convierta en arquetipo. Nada he hecho para el bien de mi tribu, sólo manipular el garrote y beber la sangre de mis enemigos. Todo ha sido un horizonte poblado de horrores y vacíos. En muchas batallas he conocido la fiebre del espanto. Allí tuve la certeza de que mis dioses nunca me hicieron humano.

    Me voy con este premio: el corazón extraído de mi enemigo. Huyo para refugiarme en el silencio  y preguntarle a Quetzacoatl por qué tengo que sentirme tan herido.

BÚSQUEDA

   Buscando tu voz he llegado a venerar el alba. Edifiqué un dios en la montaña para  que me guiara hasta el fin. Atrás dejé la ciudad; atrás mis huellas que borrarán los días y las orugas. Ahora me interno en la planicie  nunca recorrida. Hurgo en las cuevas y en la memoria tu imagen de mujer tal vez inventada.

             Te busco sin descanso invocando al cielo tu registro, pero sólo me responde la lluvia cálida y serena. No he podido demostrar que existes; no he podido saber por qué me has llamado  ¿Quién eres mandrágora?  ¿Quién te dijo que yo era un ser humano?

LA MARIPOSA  VULNERADA

Él nunca pudo saber la procedencia de las mariposas. Muchas noches, contemplando la furia gris del cielo, se preguntaba:

-¿Acaso no vendrán del fondo de inverso del cielo?

Nadie, ni siquiera la poesía le pudo responder precariamente. Siempre su madre le había adiestrado al oficio del sueño. La vigilia era para  él un estado  vegetal, un  instinto que alguna tarde tendría que desaparecer. En cambio  el susurro de un duende en las orejas o una mariposa aleteando sobre su estrella, le era conmovible.

Estos insectos le atrajeron desde aquella  vez en que vio a una  posarse sobre la cabeza de una niña. Él estaba caminando por la pradera, aspirando el silencio y el rumor del bosque cuando  descubrió la escena feliz. De inmediato se  detuvo el universo. Algo lejano le decía que niña y mariposa eran lo mismo. Se quedó mirándolas largo rato, ensimismado en preguntas que martillaban su cabeza.

-¿De dónde vendrá la niña?-se interrogó mientras cerraba los ojos y dejaba que el sueño lo venza sin prisa, arrullado por la música doliente de los sauces.

Al  despertar le pareció que había dormido un siglo.  De la niña y  la mariposa no quedaban ni su espejismos; del bosque, ni una brizna en donde él pudiera reconocerse. Sentía que el tiempo lo había gastado, veloz, sin piedad: una locomotora  sobre sus huesos. Ante sus ojos contempló lo que creyó un mundo paralelo: una ciudad neblinosa,  una multitud que rumiaba un lenguaje incomprensible. Se preguntó qué había sido de la niña, qué de su infancia plagada de  mariposas y de  heno. Todo había disuelto durante su caída al vacío. 

Desde entonces tiene miedo de dormir y de soñar. Le aterra despertar por segunda vez en la vida.

NOCHE DE VERANO

             Él la cogió de la mano y rumió palabras en un idioma extraño. Ella bajó la cabeza y cerró los ojos buscando imaginar lo que había dicho. Luego vino el silencio tropical, el rumor de la lluvia que empezaba a caer  sobre el bosque. No se movieron ni maldijeron al cielo. El mundo se había detenido. El canto de los pájaros y los grillos no existía para ellos. Su realidad  eran ojos y bocas que se acercaban. Entonces él la tomó de la barbilla y le preguntó si la quería. Ella respondió algo que él jamás entendió. Sonrieron  y juntaron sus rostros húmedos. Bebieron de sus bocas; bebieron el agua simple de la lluvia. Poco a poco fueron danzando en su ritmo de fieras; se hundieron en el vacío, volvieron a resurgir en una fiesta de manos y de pies. Entonaron murmullos y lejanos quejidos que convirtieron su lecho en una escena de batalla.

            Bajo la luna esplendente, él  prometió que volvería en otra luna  como esa. Ella  no lo vio más; bajó la cabeza sabiendo que le quedaba la resignación. Él corrió hasta un bote donde lo llamaban sus tripulantes y zarpó con el corazón en llamas. Desde la orilla ella lo despidió –acaso sabía que para siempre- a su único amor de los extramuros.
             
Allá se alejaba el europeo dejando en el vientre de la india al hijo que más tarde renegaría de su padre.

LA SERPIENTE

Hace algún tiempo soñé con un dios que no se  conoce en ninguna mitología. Tenía el rostro violeta y el cráneo de una serpiente parecida a un Amaru. Ese dios, reconocible sólo por los poderes que emanaba de su fuerza, me dijo que yo sería exterminado del mundo, que mi presencia era nociva para la humanidad. En seguida se abalanzó sobre mí  y, con grandes llamaradas que expulsaba por la boca, comenzó a perseguirme por oscuras galerías, por corredores que me recordaron el  hogar del Minotauro. Con el corazón a punto de reventar huía con todas mis fuerzas posibles; me guarecía en pozos de estiércol, en legamos azules que se esparcían dentro de ese infierno.

Una vez ese dios logró  cercarme contra una montaña y allí tuve la certeza de que habría de morir. Respirando con aspereza, la serpiente me dijo: “Ha llegado tu hora: No podrás hacer nada para huir. No intentes despertar porque hasta eso ha sido previsto”. Me encontraba totalmente desnudo; el corazón golpeaba con furia contra mi pecho;  la visión se me nublaba. Dije entonces que estaba dispuesto a morir sólo con el cumplimiento de un último deseo. El dios lo sopesó para luego exclamar: “Está bien. Es lo justo de todo hombre morir con cierta decencia”. Me erguí con pesadez y le miré directo a los ojos y le dije:”Mi deseo es saber si al morir me incorporaré a tu memoria, mi dios”. Enseguida resopló con furia, se retorció y después de largas y lastimeras convulsiones quedó muerta en un instante.

Desde ese  tiempo no he vuelto a soñar con serpientes o pesadillas parecidas. Pero tengo la sensación de que alguna noche esa serpiente me mirará desde mi sueño, con el temor  de encontrarme nuevamente precavido.

ÍTALO MORALES (Chimbote 1974). Es licenciado en Educación por la Universidad Nacional del Santa. Ha obtenido distintas distinciones en narrativa, como el Primer Puesto en el Concurso de Narrativa Regional Nuevo Chimbote (1998), una Mención Honrosa en el Concurso de Narrativa Lundero (1999) y la II Feria del Libro de Trujillo (2005). Es autor de Días de suerte (1999), Memorias de pagano (2001), El aullar de las hormigas (2003) y Camino a los extramuros (2005).

 

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